Parece un obviedad, si, y a lo mejor realmente lo es.
Pero claro, empiezas una nueva actividad, en un sitio nuevo, compañeros nuevos, equipo nuevo, alumnos nuevos, aula nueva, espacios nuevos... y dices ¿por dónde empiezo?
Porque mires dónde mires, encuentras una necesidad, y donde hay una necesidad hay una virtud y donde hay una virtud hay un trabajo que hacer, y si quieres trabajar tienes nuevas necesidades, y nuevas virtudes y nuevos trabajos y....
¡Circulo vicioso!
Así que, la pregunta deja de ser tan obvia, ¿por dónde c... empiezo?
Y ya cuando te enfrentas a 6 o 7 pares de ojos curiosos, ávidos de información, deseosos de algo nuevo, expectantes ante el desafío de empezar a convertirse en adultos, cada cual con su personalidad, sus características, sus circunstancias,... Entonces ya no es una pregunta, es un ruego, una suplica ¡Dios mio! ¿Por dónde empiezo?
Pues por el principio, claro. ¿Por dónde si no?
El principio de las plantas son las semillas, así que el principio de nuestra gran aventura empieza justo ahí, germinando semillas. Gracias a la naturaleza que nos ha previsto de leguminosas, muy comunes en nuestra despensa, y en este caso, gracias a las humildes lentejas y garbanzos, que nos enseñan en pocas horas, mejor que el mejor libro, cómo empieza todo.
Por el principio.